Pisate los cordones. Ponete visco contra el viento. Saltá a la pileta vacía. Meté los dedos en el enchufe. Hacete mear los ojos por un sapo. Quemate con tu propio fuego. Agarrate los dedos con la puerta. Equivocate y crecé.
Hablamos de todo con una cordura, una certeza y una convicción que parece absolutamente verdad lo que decimos. Y si tenemos gran conocimiento de un tema tenemos también el derecho de ofendernos cuando nos contradicen. Y si de repente el azar comediante nos refuta nos hacemos los desentendidos o nos volvemos locos. Sin embargo nunca dudamos de nuestra razón, nos parece un sistema que no falla, perfecto, capaz de resolver cualquier ecuación. Nunca nos equivocamos y aun cuando nuestra idea ya no resiste, cuando nuestra teoría se cae hacemos un esfuerzo ridículo por mantenerla con vida. Estamos enfermos de una terrible vanidad de razonamiento. Y a medida que pasa el tiempo, si no nos curamos, el límite de nuestro pensamiento se hace por demás estrecho. Un buen tratamiento contra este mal es imaginarnos el reino del revés, creer que todo es posible por un rato, lograr ver la ambivalencia de las cosas, el doble sentido, leer entre líneas. Sentir también es bueno, sentir antes de asegurar algo. La patología con la que estamos tratando es producto de una fatiga, no vemos el error por que nos obliga a seguir pensando: Por lo cual es fundamental pensar. Pero atención, no cometamos el atropello de diagnosticar adrede. Es muy importante conocer las características del síntoma. Primero hay que saber que no se trata de un ideal fuerte, fundamentado, que si bien no es la verdad ocupa su lugar como “opción posible de la verdad” sino una idea débil que no merece reflexión ni tiempo. La idea débil difiere de la idea vaga en tanto que su debilidad no se debe a su imprecisión sino a la ausencia de potencial que demuestra. Una idea para ser fuerte debe plantearse en ese nivel de seriedad en que la idea débil sucumbe. Una vez que podemos reconocer la diferencia entre una idea y otra vamos a notar que una idea fuerte se fundamenta en la idea que la refuta ya que empieza por reconocer a su contrario para desarrollarse, ya que necesita saber con precisión que no es y cuales son sus límites, en cambio la débil nace prematura por no considerar su antitesis y nunca encuentra límite por eso la llamamos a menudo divague. A raíz de esto ocurre que la idea débil solo es sostenida por el fervor del necio en cuanto la fuerte sobrevive por que tiene la habilidad de coexistir. Pensar en rojo es pensar en un color no pensar que no existe otro color. La ortodoxia es lo contrario a la plasticidad de una idea, o sea, lo que la hace infecunda, no obstante todo ideal pretende ser ortodoxo en su tiempo. Sin embargo la plasticidad de una idea es lo que permite explorar nuevos terrenos, dominar nuevos conceptos, dislocarse los huesos para cobrar nueva forma, nutrirse de paradigmas ajenos al propio umbral de conciencia y así desarrollarse poco a poco hasta madurar un día y dar a luz un hijo fecundo, el ideal que por su fuerza peca de ortodoxo. Entonces tenemos ideas fuertes de ortodoxia aparente e ideas débiles de ortodoxia inútil. Cuanto menos apasionada y más reflexiva es una idea tanto más fuerte es, la pasión reservémosla para el ideal que ya tiene el vigor suficiente para poder erguirse. Los ideales son como agua cristalina que los necios y los desnutridos contaminan con tergiversaciones.
De todas maneras la idea débil es la más común, la que encontramos con mayor frecuencia. Incluso hay personajes que pretenden ser profundos alegando que ellos estudiaron para ello, y al final terminan tratando a las ideas como a un artículo de feria que se vende solo por ser más fresco. Tal vez las ideas débiles son como un protector de pantalla que evita la pausa. Pensamos cualquier cosa por que no tenemos la opción de no pensar, por que algo tiene que ocupar nuestra mente, por que de algún modo debe inscribirse la representación del transcurso natural del tiempo, por que debemos reactualizar constantemente la conciencia para no perder la noción de realidad, por que inexplicables e incontrolables aparecen las ideas para que pensemos en ellas. Tal vez las ideas débiles sean la síntesis del proceso de sociabilización, el combustible que mantiene encendida la llama de la conversación y más de una vez termina por incendiarlo todo. Entonces la idea débil es también motivo de malos entendidos y enfrentamientos, aun que no es esta un característica exclusiva de la misma. Sin embargo podríamos ampliar la definición de animal racional y la de animal simbólico en animal conflictivo ya que si bien es característica del ser razonar y simbolizar, también, muchas veces, lo es la falla al razonar y simbolizar sin dejar a su vez de ser conciente.
Es posible que no encontremos nunca la razón de la existencia de estas ideas débiles, pero lo mismo pasa con las fuertes ya que ambas son elaboradas en un mismo sistema, lo que cambia es la estructura de su expresión. No es, sin embargo, la estructura lo que me inquieta sino una constante implacable: Uno se convence de una idea casi inconcientemente, no tiene aun los fundamentos que exigiría a cualquier sujeto que intentara convencerle y ya sabe mostrar los dientes para defenderla. E incluso cuando todas las señales hacen evidente la caída de su postura inclina los ojos hacia abajo y gruñe.
¿Por qué hay una perturbación que no deja ser posible que uno se desligue de una idea aceptando que ha errado, sin inconveniente? ¿Por qué ocurre esto aun cuando lo que se discute es de menor importancia? Tal vez haya un deseo de agresión hacia el otro, que el orden social fue reprimiendo de apoco, que se satisface en el conflicto verbal.
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1 comentario:
Sí, definitivamente tenés mucha razón. Aquellos que se vuelven agresivos cuando uno intenta contradecirlos en algo, son también los que tienen ideas débiles y esconden, está claro, esa debilidad debajo de su orgullo; ese mismo que logra hacer imposible el aceptar la equivocación y entender la idea de que haya otra "verdad" además de la propia. Los hombres pelean ahora con palabras, pero a mi criterio es un buen avance para la humanidad. Si bien crea seres inútiles de aceptar otra voz además de la propia, incentiva a pensar. Porque sí, pensar hay que pensar, el problema es la manera en la que pensamos ultimamente. Se volvió un poco sistemática. Cada uno piensa para un fin siguiendo su verdad, confundiendo paso a paso idea con ideal. Confundiendo un poco razón con pasión. Ese es otro problema y error humano (entre otros tantos) pero ya me voy por las ramas.
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